AL TIRAR DE LA CADENA
Nunca pensé que me convertiría en un detective de mi propio retrete, pero aquí estoy, revisando pistas que antes me pasaban desapercibidas. Lo sé, lo sé, suena extraño, pero déjame contarte algo: durante años he sido un maestro en el arte de borrar pruebas. Terminas el trabajo, te giras, tiras de la cadena y ¡zas! Como si nunca hubiera pasado nada. Un criminal perfecto, ¿no?
Pero un día, mientras estaba en plena misión, me dio por pensar: ¿y si lo que estoy dejando atrás no es solo mierda? No me malinterpretes, no espero que mis desechos me den el próximo número de la lotería, pero, ¿y si fueran una especie de telegrama biológico? Esas pequeñas señales que el cuerpo manda, sutiles pero cruciales. Un cambio en el color, una textura diferente... y ahí está la clave de todo. La salud, o su falta, escondida en la cerámica blanca.
Entonces decidí hacer algo que jamás pensé que haría: mirar. Me quedé allí, quieto, observando como si estuviera frente a un cuadro de arte contemporáneo. ¿El análisis? Nada científico, pero en ese preciso instante me di cuenta de que no todo es lo que parece. Ese color algo más pálido… hmm, mejor comer más fibra. La textura un poco rara… ¿he estado bebiendo suficiente agua? Cada detalle, cada diferencia, como pequeñas migas de pan dejadas por mi cuerpo para que las siga.
Fue entonces cuando entendí que tirar de la cadena a la primera de cambio es casi como quemar un libro sin leerlo. ¿Y si en esas páginas hay un diagnóstico anticipado? ¿Una alarma silenciosa? Así que, desde ese momento, antes de la gran huida de la escena del crimen, me doy unos minutos para inspeccionar mis pruebas. Una especie de análisis forense personal. Ya no es solo una rutina mundana, es un chequeo diario.
Ahora, claro, no le estoy diciendo a todo el mundo que se convierta en Sherlock Holmes de su propio baño, pero piensa en esto: si algo tan simple como unos minutos puede ahorrarte meses de dolores de cabeza —o peor, dolores de estómago—, ¿no vale la pena? En serio, no se trata de ser obsesivo, sino de estar atento a las señales.
Así que la próxima vez, cuando estés listo para tirar de la cadena y huir como un ladrón en la noche, detente un segundo. Fíjate. A veces, lo que dejas atrás te está contando una historia que deberías escuchar. Y quién sabe, tal vez esas pequeñas pistas te estén dando una oportunidad para evitar un caso médico más adelante. Mejor ser un detective en tu baño que un paciente en la sala de emergencias, ¿no?
«Quizás la condición de la mujer ofrece, en todos los países, el mejor criterio para juzgar el carácter de los hombres» (Frances Wright, del 6 de setiembre de 1795. Su frase deja claro que ellas nos conocieron antes a nosotros que nosotros a ellas. Bueno, nosotros aún estamos descifrando el misterio)
Y que cumplas muchos más de los 82 de hoy siendo tan feliz como eres...
M’has fet mol feliç
Després de tants anys de buscar la pau en les tempestes, et vaig trobar a tu. Vas entrar com qui no vol la cosa, amb el somriure mig apagat però amb els ulls plens de vida. No em vas prometre res, només vas ser. I en el teu ser, vaig descobrir una felicitat que no sabia que existia. Cada paraula teva és un raig de sol, cada silenci, un moment de pau. Ara, no demano més. Amb tu, he après que la felicitat no és gran ni sorollosa. És petita, humil, però plena. Gràcies per fer-me tan feliç.
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