domingo, 10 de noviembre de 2024

 TUS POLVOS HAN TRAÍDO ESTOS LODOS

La lluvia de la mañana no se detuvo. Cada gota se sentía como un dedo acusador sobre mi cabeza, resonando en mi abrigo empapado. Los zapatos, esos pobres testigos, succionaban barro como si quisieran tragarse el peso de mi culpa. Mis pasos se enterraban con cada paso que daba, hundiéndome un poco más en el lodazal, y no pude evitar sonreír ante la ironía.

—Aquí estamos, —murmuré, oliendo la humedad, ese perfume terroso que me recordaba a un recuerdo estropeado—. Caminando sobre las consecuencias de mis propias decisiones.

El viento soplaba contra mi cara, sin simpatía, empujándome hacia atrás, como queriendo decirme que volviera, que no avanzara hacia el desastre. Pero los ecos de los errores tienen un sabor amargo, un sabor que se pega a la lengua y te recuerda que huir es para los que tienen algo que perder. Sentía el frío traspasarme, las manos agarrotadas, el tacto de mis dedos perdiéndose mientras el lodazal se convertía en mi cálido castigo. Mis orejas captaban el eco distante de los truenos, una advertencia que llegaba tarde.

—Los polvos que echaste,—dije, la voz mezclándose con el viento,—han traído estos lodos.

Y allí seguí, tambaleándome, hundiéndome, pero sin dejar de caminar. Al fin y al cabo, el barro es lo que queda cuando ya no hay otra cosa. Como siempre, hay que aprender a caminar entre lo sucio, a degustar la tierra en la boca y encontrar algo que valga la pena.

«Los juramentos son la moneda falsa con la que se paga la mercancía del amor» (Ninon de Lenclos, nacida el 10 de novembre de 1615 y a la que no le ofrecieron la dirección de una televisión pública comiendo en un reservado; más que nada porque no se había inventado la televisión, los reservados, desde el hombre de las cavernes)

Hoy hubiese cumplido 101 años pero se quedó en 30 menos, tiempo suficiente para que su canción se escuchase en todas las trincheras de la segunda guerra mundial.


Sota el fanal

Sota el fanal, enmig del barri vell, ella l'esperava cada nit, les sabates desgastades i un somriure a mig construir. Ell arribava sempre tard, amb el cos cansat d'una jornada eterna i els ulls buscant refugi. La promesa no dita de "tornarem junts" flotava entre ells, mentre els fanals projectaven les seves ombres llargues sobre l'asfalt.

Aquella nit, però, ell no va aparèixer. Ella va esperar fins que l'alba va desfer les ombres. Quan finalment va marxar, el fanal es va apagar, com si entengués que, aquella vegada, no hi havia tornada possible.

I el somriure va quedar-se incomplet, per sempre.



 

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