LOS SACRIFICIOS DEL DETECTIVE
Me llamo Alex y soy detective especializado en casos sobrenaturales. Trabajo para una agencia secreta encargada de mantener el equilibrio entre el mundo humano y el mágico. No es fácil, pero alguien tiene que hacerlo.
Hoy me han asignado investigar una serie de asesinatos brutales en el centro de Los Ángeles. Las víctimas fueron despedazadas por garras afiladas, mordidas por colmillos venenosos, sus cuerpos abandonados en callejones oscuros, parques desiertos, edificios en ruinas. Lo más extraño: eran criaturas sobrenaturales. Vampiros, cambiaformas, hadas, hombres lobo, genios. Seres poderosos, destrozados como si fueran presa fácil. Alguien o algo los está cazando. Y yo tengo que averiguar qué.
El expediente es grueso, una pila de fotos y reportes policiales que no dicen nada útil. Pero algo en estos crímenes no encaja. Mi intuición me lleva al Cabra Negra, un pub frecuentado por criaturas sobrenaturales. Es un buen lugar para encontrar respuestas, o al menos, a alguien que las tenga.
Al llegar, el lugar está lleno de seres que han dejado caer sus hechizos de encanto. Un vampiro de piel pálida sorbe sangre de una bolsa; un cambiaformas de pelo gris juega al billar con un hada de alas iridiscentes; un hombre lobo feroz charla con un genio de piel azul. Todos muestran sus verdaderas formas. Nada de camuflajes. Sonrío. Esto no es algo que se vea todos los días.
El pub resuena con música y alboroto. Me quito el sombrero, sacudo la lluvia y pido una bebida. Me siento en un rincón oscuro, observando en silencio. La puerta se abre y una ráfaga de viento helado invade el lugar. El ruido se apaga. Todos giran la cabeza hacia la entrada. Una figura entra con paso seguro. Piel morada y escamosa asomando bajo las mangas de una gabardina. Saca la lengua bífida y lame el borde del vaso de whisky. Estoy en problemas.
Nos cruzamos las miradas. Ojos dorados, rasgados. La criatura sonríe, una mueca maliciosa. Se levanta de su asiento y camina hacia mí. La multitud se aparta. Tengo un mal presentimiento. Podría huir, pero algo me dice que esta criatura está relacionada con los asesinatos. Quizá sea el asesino, o quizá sepa quién lo es. De cualquier forma, necesito respuestas.
Se detiene frente a mí y se sienta sin preguntar. Sus ojos dorados me atraviesan mientras habla con voz grave, cargada de intención.
—Hola, detective. Me llamo Zara, soy una dragona. Sé lo que buscas, y creo que puedo ayudarte.
El aire parece detenerse entre nosotros. Mis sentidos se tensan, listos para cualquier cosa. Ella sigue, su voz como el roce del fuego.
—Lo que quiero a cambio es simple: tu compañía. Me gustas, detective. Eres valiente, curioso... y esos ojos tuyos me intrigan. Quiero que pases la noche conmigo. Cuéntame sobre ti. Hazlo, y te daré lo que necesitas.
Cada palabra suya es un anzuelo. Siento el peso de la decisión. Sus ojos me sostienen, dorados y pacientes, pero hay algo peligroso detrás. Me sonríe, mostrando apenas un destello de colmillo.
—Recházame, y me decepcionaré. Y no me gusta que me decepcionen. Podría hacerte la vida imposible, detective. Soy una dragona. No olvides eso.
Las palabras quedan suspendidas en el aire. Siento los ojos de los presentes clavados en mí, expectantes. La música, el ruido del pub, todo parece distante. Zara se inclina hacia mí, la voz apenas un susurro.
—El asesino sigue suelto. Cada minuto cuenta. No soy paciente, Alex. Tienes hasta el final de la noche para decidir. Si no aceptas, desapareceré, y no volverás a encontrarme.
Se levanta, su figura altiva y elegante proyectando una sombra que me cubre. La multitud la observa mientras se dirige a la puerta, su voz resonando una última vez.
—Si cambias de opinión, sígueme. Te llevaré a un lugar donde podamos hablar... sin interrupciones. Si no, buena suerte, detective. La vas a necesitar.
La puerta se cierra tras ella, y el bullicio del pub vuelve de golpe, como un latido que reanima el lugar. Me quedo sentado, el vaso en la mano, la decisión pesando como plomo. A veces, para atrapar a un monstruo, hay que hacer un trato con uno.
«Carpe diem» (Esto lo dijo Horacio entre el 8 de diciembre del 65 a. de C. y el 27 de noviembre del año 8 también a. de C. Lo dijo en latín como buen poeta romano que fue y tal y como está escrito. Aunque much@s no sabéis latín, tod@s sabemos a qué se refería el bueno de Horacio)
Y que cumplas muchos más de los 80 de hoy aunque sea sin las patillas a lo algarrobo. Y si, aún nos hace falta la paloma blanca.
Un missatge en blanc
La paloma blanca, símbol de pau, es va enlairar des del campanar. Les seves ales, blanques com la neu, dibuixaven traços d'esperança en el cel gris. En el seu bec, un petit rotllo de paper, un missatge secret per a algú perdut. Mentre s'allunyava, la gent alçava la mirada, creient en la promesa que portava aquella criatura celestial. I en aquell instant, tot va semblar possible, fins i tot que el món pogués viure en harmonia.
Y el bonus track de cada 8 de diciembre; hoy ya hace 44 años que no está entre nosotr@s...
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