CENA DE EMPRESA TERMINAL
En Poblenou, donde las startups brotan como hongos tras una tormenta, la empresa VisionNext tenía un brillo especial. Sus oficinas, todas cristal y muebles que parecían flotar, habían ganado un premio al diseño más disruptivo. Los empleados no usaban corbata sino zapatillas personalizadas con frases motivacionales como "Empodérate" y "Fail fast, learn faster". Y ahora, en vísperas de Navidad, los dueños querían elevar el listón.
La cena de empresa fue el comienzo del apocalipsis. Un catering "molecular" llenó las mesas de esferas de foie que estallaban al morderlas y vapores de nitrógeno que hacían que cada bocado pareciera un hechizo. Los camareros vestían como personajes de ciencia ficción, ofreciendo copas de vino que olían a otoño y cócteles con espuma de mar. Entre las mesas, Carla, del departamento de marketing, se giró hacia Manu, el programador estrella.
—¿Te
has fijado? Todo esto lo paga la empresa. Somos unos cracks.
—Sí, pero… ¿no se suponía que estábamos ajustando presupuesto? —Manu miró de
reojo a los drones que repartían postres flotantes.
El CEO, un hombre que insistía en que lo llamaran "líder emocional", subió a una tarima iluminada con luces LED sincronizadas a sus pulsaciones.
—¡A brindar por nosotros! ¡Por nuestras ideas! ¡Por el cambio que estamos generando! —gritó, mientras levantaba un martini decolorado.
La música aumentó. Una mezcla de techno y villancicos que solo un DJ con pretensiones podía justificar. A las tres de la madrugada, nadie recordaba ya el brindis. Carla bailaba encima de una mesa, mientras Manu intentaba salvar su portátil de un tsunami de gin-tonic.
El desayuno de empresa llegó como una resaca glorificada. Los empleados, con ojeras y sonrisas torcidas, se amontonaron en una terraza que habían reservado "porque sí". Croissants importados de París y café que prometía el nirvana acompañaban un espectáculo de stand-up comedy. El humorista, con un acento gallego deliberadamente exagerado, lanzó un chiste sobre criptomonedas que provocó risas incómodas.
En el baño, el CFO hablaba solo frente al espejo:
—No pasa nada. Un gasto aquí, otro allá. Esto se compensa con los inversores. O no. ¿Y si no?
El tercer acto del desastre llegó sin invitación. Una gastroenteritis fulminante barrió la oficina como un huracán silencioso. Nadie mencionó que el sushi de la cena olía a decisiones erradas, pero a mediodía, un tercio del equipo se encontraba en urgencias. Las camillas no tenían USB ni enchufes para sus portátiles, lo que provocó más quejas que la fiebre o los vómitos.
El gerente de recursos humanos, un hombre alérgico al caos, intentó contener el desastre.
—Esto no afecta a la moral del equipo. De hecho, ¡nos hace más fuertes! —anunció desde una sala de emergencias atestada, mientras un enfermero le inyectaba algo que prometía reducir su sudor frío.
Dos días después, la oficina estaba vacía. Los monitores apagados reflejaban la luz de la mañana, como testigos mudos de la decadencia. En el despacho del CEO, un correo electrónico sin leer titilaba en la pantalla: "Concurso de acreedores iniciado".
Carla, Manu y algunos otros empleados se reunieron en un bar cercano. El humor negro flotaba entre ellos como una nube de tabaco prohibido.
—Bueno, al menos la cena fue inolvidable —dijo Carla, mojando una croqueta en
salsa con gesto resignado.
—Y el desayuno. Nunca había probado un café tan caro —añadió Manu.
—¿Creéis que nos pagarán las nóminas? —preguntó alguien desde el fondo. Nadie
respondió.
En la barra, el camarero encendió la televisión. Un reportaje mostraba imágenes de VisionNext: las oficinas vacías, la tarima de luces LED, el "líder emocional" saliendo por la puerta trasera con una maleta rodante. El locutor resumió la historia con una frase que resonó como un epitafio:
—La modernidad no siempre paga las facturas.
«La verdadera fuerza de un líder se mide por su capacidad para inspirar a otros a alcanzar su máximo potencial» (Don Keith, nacido el 12 de diciembre de 1947 definiendo a quién no puede liderar un grupo como el del relato de hoy)
Hoy hace 17 años que el exmarido de Tina Turner partió a hacerle hueco en el más allá a su exesposa. Se llamaba Ike, por si no lo sabíais.
El riu del temps
El riu fluïa impetuós, arrossegant branques i fulles seques. Ella, a la proa de la barca, cabells al vent, es deixava portar per la corrent. Els ulls li brillaven d'emoció, el cor li palpitava al ritme de l'aigua. Sentir el vent a la cara, la força de la natura, era com reviure cada dia. No importava on l'arrossegués el riu, sempre hi hauria noves aventures esperant-la.
No hay comentarios:
Publicar un comentario