martes, 11 de febrero de 2025

 MONTOYA NO NOS CORTES EL ROLLO, POR FAVOR

 


Nunca quiso ser una estrella, pero el destino tiene un retorcido sentido del humor. Montoya no recordaba haber firmado un contrato con la fama, pero allí estaba, convertido en el nuevo profeta de la cultura viral, el mesías del entretenimiento instantáneo. Su tragedia sentimental, retransmitida en directo, se transformó en un guion cinematográfico con ritmo, clímax y desenlace. Aristóteles habría tomado notas.

Aquella noche fatídica en "La isla de las tentaciones" había empezado con una promesa de amor eterno y terminó con un sprint desesperado por la playa, iluminado por relámpagos digitales y editado con la precisión de un montaje de Scorsese. "Montoya, por favor", imploraba la voz quebrada de un hombre al que el amor le había explotado en la cara como un petardo mal encendido. Un rugido primitivo que ahora coreaban desde los vestuarios del Borussia Dortmund hasta los pasillos de McDonald’s Francia, donde la publicidad lo elevó a mártir de la infidelidad.

Pero Montoya no había nacido para la ironía postmoderna. Mientras el mundo se carcajeaba de su dolor, él intentaba entender por qué su desgarro emocional era ahora un trending topic. Lo analizaban profesores de literatura, tuiteros con demasiadas horas libres y críticos de cine que lo postulaban para un Goya póstumo. ¡Un hombre humillado en horario estelar convertido en un héroe narratológico!

—Señor Montoya, ¿qué se siente al ser el protagonista del drama más grande del siglo XXI?—le preguntó un reportero en el aeropuerto, donde intentaba huir a un país sin wifi.

Montoya lo miró fijamente, como si le hubieran preguntado cómo se llamaba su asesino.

—Me has destrozado por dentro—susurró, mientras la cámara grababa.

El video alcanzó 150 millones de reproducciones en cuatro horas. Montoya no tenía escapatoria.

La cultura pop lo había convertido en su santo patrono. Su nombre se inscribió en la historia, junto a los grandes héroes trágicos de la literatura. Romeo, Werther, Montoya. Y en el eco de los estadios, las redes sociales y las pantallas, su voz seguía resonando:

—Montoya, por favor...

El destino ya había escrito su fábula.

 (Clicar en los enlaces que están de diferente color y podréis ver el "drama" completo)

«No debe leerse nunca a un mal escritor, ni aun para desdeñarlo. Siempre hay un grumo de tontería que se pega» (Wenceslao Fernández Flórez, nacido el 11 de febrero de 1885 no conoció los “reality shows” ni a Montoya pero tenía más razón que un santo: si vemos esos programas algo de gilipollez se nos va a quedar)

Hubiese cumplido hoy 75 años pero se quedó en 41... y, como Montoya, también tuvo una mala experiencia con una tal Eloise. 

Eloise

Eloise balla en la penombra, vestida de miralls trencats i promeses que mai complirà. El seu riure ressona pels carrerons de la ciutat, on els neons parpellegen el seu nom com un conjur. Ell la segueix, com sempre, atrapat en l’espiral del seu perfum i la seva veu esmolada.

—No em pots estimar —xiuxiueja ella, inclinant el cap amb una lluïssor cruel als ulls.

Però ell ja ha creuat el llindar del deliri, on la nit no s’acaba mai i Eloise és l’única veritat.

I quan ella desapareix, només queda l’eco del seu riure.


 

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