miércoles, 5 de febrero de 2025

EL MINISTERIO DEL DESCONOCIMIENTO

Cuando Esteban Merino fue nombrado Ministro del Desconocimiento, el país entero lo tomó como una broma. Al principio, claro. Luego comprendieron que el nuevo cargo no solo era real, sino que traía consigo una reforma profunda: la institucionalización de la ignorancia como política de Estado.

Esteban, hombre de mediana edad con un peinado que desafiaba las leyes de la gravedad y una sonrisa que nunca alcanzaba los ojos, entendía algo fundamental sobre el poder: la gente no quería saber. No realmente. Preferían la certeza cómoda a la duda incómoda, las frases contundentes a los argumentos elaborados, la seguridad de una respuesta falsa a la incomodidad de una verdad matizada. Y Esteban, con la astucia de un depredador que huele la sangre en el agua, convirtió esa realidad en su plataforma política.

El primer decreto del Ministerio fue eliminar los informes anuales sobre la economía. "Si no lo sabemos, no nos afecta", dijo en su primera rueda de prensa. Le siguieron medidas aún más audaces: se prohibió el uso de términos como "déficit", "cambio climático" y "conflicto de intereses" en documentos oficiales. El Instituto Nacional de Estadística fue renombrado como "Departamento de Percepciones Favorables", y en las escuelas se introdujo la asignatura "Pensamiento Positivo", donde los niños aprendían a esquivar la realidad con sonrisas y afirmaciones motivacionales.

La popularidad de Esteban se disparó. "¿Para qué necesitamos saber cosas malas?", decía la gente. "Desde que dejamos de medir la pobreza, todos vivimos mejor". La prensa, impotente ante la estrategia, solo podía reportar lo que se les permitía ver: nada.

Con el tiempo, el Ministerio se convirtió en el epicentro de la política nacional. Cuando se descubrió que una empresa fantasma desviaba fondos públicos, Esteban propuso una solución brillante: declarar la investigación innecesaria. "Si no investigamos, no hay corrupción". Cuando los hospitales colapsaron, se eliminó la palabra "colapso" del diccionario oficial. Y cuando se supo que el gobierno había firmado un tratado internacional sin leerlo, el Ministro del Desconocimiento sonrió y dijo: "Si no sabemos qué firmamos, es como si no lo hubiéramos hecho".

Todo iba de maravilla hasta que ocurrió lo impensable: la realidad golpeó. Una crisis económica, un escándalo financiero, una revuelta en las calles. Pero Esteban, fiel a su doctrina, mantuvo la calma. En un discurso memorable, aseguró que nada de lo que pasaba estaba realmente pasando. "Solo si lo reconocemos, se vuelve un problema", declaró. "Así que les insto a no reconocerlo".

La multitud lo ovacionó. Luego se fueron a sus casas, donde descubrieron que la electricidad había sido cortada por falta de pago, que la inflación había devorado sus ahorros y que la ignorancia, por mucho encanto que tuviera, no era impermeable a la realidad.

Al día siguiente, Esteban despertó y notó algo extraño: su nombre no estaba en las noticias. No aparecía en la televisión. Ningún periodista preguntaba por él. Un silencio absoluto lo rodeaba. Salió a la calle y vio que nadie lo reconocía. La gente pasaba de largo, ignorándolo por completo.

Y entonces lo comprendió. Se había convertido en víctima de su propia doctrina. Como si no lo supieran, como si nunca hubiera existido. Y en cierto modo, así era.

«La explotación de las mujeres, el hambre masiva, el desprecio por la libertad de conciencia y la libertad de expresión, la discriminación racial generalizada, todos estos males son demasiado prevalentes para ser ignorados» (René Cassin, nacido el 5 de febrero de 1887 para ser premio nobel de la paz en 1968 y constatar que los males descritos siguen siendo ignorados)

Y que cumplas muchos más de los 61 de hoy porque la música de tu grupo no sonaría igual sin tí.

La meva dona dolça

Els seus ulls brillaven com el cel d'estiu, un record d'infantesa que mai s'acabava. Quan es girava, el vent acaronava els seus cabells com una melodia que no podia oblidar. Aquella cançó, la mateixa que sonava quan el vaig conèixer, segueix resonant dins meu, com una promesa d'amor perdut en el temps. Les seves mans, que abans eren segures, ara busquen una mirada que mai no tornarà. Al final, em quedo amb el so de la seva veu, el somriure, i aquell instant perfecte que ja no existeix, però que mai deixaré de recordar.


 


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