EL CLUB DE LOS SOBRIOS ANÓNIMOS
Todo empezó con un rizador de pestañas que prometía “abrir la mirada” y terminó con un trastero repleto de gadgets inútiles y cremas caducadas. Jimena, a sus treinta y cinco años, se dio cuenta de que su tarjeta de crédito estaba más agotada que su paciencia. No podía seguir así.
Por eso, una noche de insomnio —provocada, irónicamente, por unas pastillas de colágeno que le prometieron un sueño reparador—, se topó con un video en TikTok que le cambió la vida.
—Antes de comprar, pregúntate: ¿lo querías antes de que te lo ofrecieran? —decía una influencer con cara de haber visto demasiado.
Fue como un relámpago. Jimena no recordaba la última vez que había deseado algo por sí misma y no porque un algoritmo se lo hubiera sugerido.
Decidió desintoxicarse. Cerró todas sus cuentas de compras online, dejó de seguir a influencers de moda y hasta bloqueó a su amiga Carla, que siempre le enviaba enlaces con mensajes como: “¡Esto te cambiará la vida!”.
El primer mes fue difícil. Le temblaban las manos cada vez que veía una oferta. Sentía una especie de síndrome de abstinencia cuando veía un haul en Instagram. Pero resistió.
Entonces, una noche, un extraño mensaje apareció en su bandeja de entrada:
“Reunión secreta. Si alguna vez compraste algo solo porque alguien en internet te lo dijo, te esperamos en el sótano de la librería Tiempos Modernos. Martes, 20:00 h.”
Jimena dudó. Sonaba a secta, pero ¿y si era justo lo que necesitaba?
El martes, a las 19:58, llegó a la librería. La dependienta la miró con complicidad y le señaló una puerta entre dos estanterías de libros de autoayuda. Jimena bajó por unas escaleras de madera crujiente y llegó a una sala mal iluminada.
Había unas quince personas sentadas en círculo. Parecía una reunión de Alcohólicos Anónimos, pero en lugar de café barato, había té de jazmín servido en tazas desparejadas.
Una mujer de unos cuarenta años se levantó.
—Hola, soy Laura, y llevo seis meses sin comprar algo que no necesito.
—¡Hola, Laura! —respondieron todos.
Jimena tragó saliva.
—Hola, soy Jimena… y creo que tengo un problema.
El grupo la recibió con sonrisas comprensivas. Uno a uno, compartieron sus historias: el hombre que gastó una fortuna en gadgets de cocina que usó una vez, la joven que compraba ropa cada semana para sentirse incluida, el chico que acumulaba libros de crecimiento personal que nunca leía.
—Nos hicieron creer que consumir nos hace felices —dijo Laura—, pero lo único que conseguimos es una casa llena de cosas y un vacío que ninguna compra puede llenar.
Jimena se sintió aliviada. Por primera vez en años, alguien decía en voz alta lo que ella había pensado en silencio.
Esa noche, al llegar a casa, miró su trastero. Decidió que era hora de hacer espacio, no solo en sus estanterías, sino en su vida.
Un mes después, publicó su primer video en TikTok:
—Hola, soy Jimena. Hoy no te voy a vender nada.
El video explotó.
Al día siguiente, Carla le escribió:
—¿Y ese club? ¿Puedo ir?
Jimena sonrió. Quizás, después de todo, no estaba sola en esto.
«El gobierno del hombre por el hombre, se disfrace bajo cualquier nombre, es opresión» (Pierre-Joseph Proudhon, nacido el 15 de febrero de 1809 para creerse que eso de la anarquía podía funcionar. Al final, las fuerzas tradicionales, lograron integrarlos en el sistema)
Y que cumplas muchos más de los 80 de hoy en compañía de los soñadores de tus compañeros porque, sin ellos, no sonarías igual (la música, claro)
Somniador
Sempre havies estat un somiador. Ho deien amb aquell to mig burleta, com si creure en un món diferent fos cosa de criatures. Però tu no t’aturaves.
T’imaginaves volant sobre una ciutat que ballava amb les llums dels cotxes, sense més pes que el desig d’arribar a algun lloc millor. Els carrers freds, la rutina impersonal, res no t’afectava perquè, en el teu cap, el futur brillava com un cel de neó.
Un dia, et vas despertar i el món encara era el mateix. Però en el reflex del mirall, els teus ulls lluminosos de somiador et van recordar: el canvi comença aquí

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