LOS GENERALES DE BRUSELAS
Cuando los líderes de la Unión Europea acordaron la creación del primer Ejército Europeo, hubo una primera fase de entusiasmo diplomático, seguida de un periodo de desconcierto logístico y, finalmente, una profunda resignación burocrática. Porque, claro, todo sonaba muy bien sobre el papel: una fuerza de defensa unificada, menos dependencia de terceros, una mayor integración continental… pero nadie se había parado a pensar en los detalles.
El primer problema fue el idioma.
—¡Las órdenes deben darse en alemán, la lengua de la disciplina! —bramó el general Müller en la primera reunión de Estado Mayor.
—¡No, en francés! ¡El idioma de la estrategia militar! —respondió indignado el mariscal Dupont.
—Vamos a ver… —intervino el almirante británico Sir Higgins—. Lo más sensato sería el inglés, que es el idioma de la OTAN y el comercio internacional.
—Perdona, ¿de qué país has dicho que eres? —soltó un diplomático europeo con un susurro venenoso.
Para evitar un conflicto mayor, se decidió utilizar traducción simultánea. Pero la primera prueba de mando resultó desastrosa:
—¡Avancen hacia la colina! —gritó el general español.
—¿Cuál colina? —preguntó el italiano.
—¿Retrocedan hacia la colina? —tradujo mal el intérprete polaco.
—¡Ah! ¿Es una retirada? —preguntó el francés, dando media vuelta con su brigada.
—¡Nein, nein! ¡Ataquen la colina! —gritó desesperado Müller.
—¡Espera! ¡Ahora dicen que es un ataque preventivo! —dudó el comandante belga.
Mientras tanto, en la colina, un grupo de campesinos daneses observaba cómo el Ejército Europeo hacía maniobras en círculo, confundiéndose a sí mismo.
Luego vino la cuestión del menú militar.
—No podemos alimentar a las tropas con esas abominaciones británicas —protestó el coronel español, mirando con desprecio un plato de beans on toast.
—Pero los soldados franceses necesitan su baguette diaria —añadió Dupont.
—En Alemania, los desayunos llevan embutidos. Eso de la bollería no es comida de guerreros.
—Si les das queso a los holandeses, estarán contentos.
—Los griegos piden yogur.
—Los italianos, espresso y nada más.
Después de una semana de disputas, se aprobó un menú "neutral". Fue un desastre.
—¿Qué es esta porquería? —preguntó un soldado español, mirando su bandeja con lonchas de queso Gouda, pan negro y col hervida.
—Un compromiso.
—Esto es un crimen de guerra.
Pero el verdadero colapso vino con la cadena de mando.
—Propongo que la sede del Alto Mando esté en París —dijo el francés.
—¡No, en Berlín! —exigió el alemán.
—Madrid, por supuesto.
—Bruselas.
—Roma.
—Lisboa.
Para evitar una guerra diplomática, se aprobó un modelo de liderazgo rotatorio: cada país lideraría el ejército durante un mes. En el primer año, se llevaron a cabo quince cambios de estrategia, tres rediseños del uniforme y una retirada preventiva antes de que alguien supiera quién estaba atacando a quién.
Y entonces, tras una década de debates, reuniones, ruedas de prensa y simulacros, llegó la revelación más inesperada. En una sesión de control parlamentario en Bruselas, un eurodiputado finlandés levantó la mano y preguntó:
—Señores, ¿cuántos soldados tiene exactamente el Ejército Europeo?
Hubo un silencio incómodo en la sala. Los generales se miraron entre sí.
—Eh… bueno, aún estamos en proceso de selección.
—¿Proceso de selección?
—Sí, ya hemos definido los criterios.
—Pero… ¿cuántas tropas tenemos ahora mismo?
El general Dupont tosió.
—Bueno… tenemos generales.
—¿Sólo generales?
—¡Pero muy bien preparados!
El Ejército Europeo era, de hecho, una de las fuerzas militares más sofisticadas del mundo… compuesta exclusivamente por altos mandos. No había soldados, ni tanques, ni aviones. Solo generales y un puñado de almirantes sin flota.
Se planteó la posibilidad de reclutar tropas, pero después de tantos años de debates, burocracia y conflictos internos, nadie tenía ganas de empezar de nuevo. Así que la UE optó por su solución predilecta: emitir un comunicado afirmando que "el Ejército Europeo se encuentra en un periodo de reestructuración estratégica".
Finalmente, el presupuesto militar fue desviado a la creación de un innovador cuerpo de consultores militares sin ejército. Y así, el continente quedó a salvo. No gracias a su poderío militar, sino porque cualquier enemigo potencial sabía que invadir Europa significaría enfrentarse a la peor pesadilla imaginable:
Una reunión de 27 generales europeos discutiendo la agenda de la guerra sin llegar a ningún acuerdo.
«Saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, eso es el verdadero conocimiento» (Nicolás Copérnico, nacido el 19 de febrero de 1473 para decirnos que la tierra gira alrededor del sol… y eso antes de que Cristóbal Colón descubriese oficialmente América y los terraplanistas no se habían reinventado)
Y que cumplas muchos más de los 85 de hoy sin irte muy lejos de "los milagros" porque más pronto que tarde los vas a necesitar.
Ja em tens atrapat
Vaig prometre que no hi tornaria. Que aquesta era l’última vegada, que aquesta vegada sí, ho deixaria córrer. Però després em vas mirar d’aquella manera, amb aquell mig somriure i els ulls carregats de promeses mig dites, i tot es va esborrar.
Vaig voler marxar. Ho juro. Però els teus dits van resseguir la meva mà amb la lentitud d’un captiveri dolç, i em vaig quedar. Com sempre.
No sé si t’estimo o si només sóc un satèl·lit orbitant el teu encant. Però ja no té importància. Ja em tens atrapat.
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