VÉRTIGO INVERSO (R)
Nunca he temido las alturas. Al contrario, siempre me han parecido lugares seguros. Las cimas, los balcones, los rascacielos: desde arriba, todo parece pequeño, manejable, predecible. La gente se mueve como hormigas sin importancia, los problemas se reducen a meros puntos en el paisaje. No hay caos desde lo alto. Solo la quietud de la perspectiva.
El problema es cuando empiezo a bajar.
Siento la primera punzada en el estómago al dar los primeros pasos en descenso. No debería ser difícil; después de todo, bajar es lo natural. La gravedad ayuda, la lógica también. Pero entonces, un escalofrío me recorre la espalda. Miro hacia arriba y me invade una certeza absurda: no debí haber bajado. ¿Cómo he podido hacerlo? ¿En qué momento abandoné la cima?
El vértigo se apodera de mí. Las piernas me tiemblan. El aire parece más denso. El suelo más incierto. Quiero gatear, pero eso haría que todo fuera aún más ridículo. Me esfuerzo en mantenerme erguido, en fingir que todo está bajo control, pero la verdad es que no puedo ignorarlo: ahí arriba estaba seguro, y ahora aquí abajo estoy perdido.
Me detengo en seco. El sudor es frío y pegajoso. Intento racionalizarlo: "Es solo una sensación. No es real." Pero claro que es real. Está latiendo en mi pecho, temblando en mis dedos. La gente que pasa no entiende lo que ocurre. ¿Cómo van a entenderlo si para ellos bajar es lo fácil? Para mí es lo imposible.
Es grotesco, lo sé. A nadie le da miedo la bajada. Pero a mí me aterra. Me aterra mirar hacia arriba y ver la distancia que me separa de lo que era. De lo que fui. La cima, inalcanzable, burlona, observándome con condescendencia. Como un amante al que jamás debí abandonar.
Tal vez es eso. Tal vez siempre he vivido al revés. Subiendo antes de aprender a escalar. Llegando antes de entender el camino. Quizá el problema nunca fue el vértigo. Quizá el problema es que nunca supe estar en la base. Que siempre pensé que la cima era mi lugar, sin aceptar que también hay vida en la pendiente.
Respiro hondo. Me seco la frente. La única forma de entender el suelo es empezar desde él.
Miro hacia arriba por última vez. Y decido volver a subir. Pero esta vez, desde abajo.
«La inteligencia es la función que adapta los medios a los fines» (Nicolai Hartmann, nacido el 20 de febrero de 1882 para decirnos al revés que el fin no justifica los medios)
Y que cumplas muchos más de los 50 de hoy aunque ya hace unos cuantos que dejaste de ser un "boy"
La cançó que no sona més
No vull saber per què, però els teus ulls brillen com si mai haguessis marxat. El carrer desert, les llums trencades, i tu allà, immòbil, com un record que s'escapa dels dits.
—No era així com havia de ser— murmures.
Jo assenteixo, perquè cap paraula podria agafar el pes d’aquell I want it that way que encara balla al meu cap. Però tu ja no ets aquí, només l’eco d’una promesa incomplerta.
L’amor? Només un disc ratllat que sona en bucle, sense mai arribar al final.
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