domingo, 2 de marzo de 2025

 EL MILAGRO DE LOS 20.000 MILLONES


El día en que se anunció el gran acuerdo, las televisiones interrumpieron sus programas habituales para conectar con el presidente de la comunidad autónoma. Apareció en pantalla con una sonrisa de satisfacción, esa sonrisa de trilero que solo los políticos con décadas de práctica pueden perfeccionar.

—¡Lo conseguimos! —exclamó—. Nos han condonado 20.000 millones de euros. Un hito histórico. Un triunfo de la justicia.

La ciudadanía, por un momento, creyó haber ganado algo. Era como si a un hombre que le prestaron su propio paraguas y le cobraron alquiler por usarlo, le hubieran dicho: “Mira, olvídate de la deuda. Pero el paraguas sigue siendo nuestro”.

Sin embargo, los más avispados se preguntaban: ¿Y el sistema de financiación?

Ah, eso no. Eso no se tocaba.

A ver, seamos claros: la mecánica era muy sencilla, una especie de truco de magia que convertiría a cualquier trilero de la Rambla en un aprendiz. La comunidad recaudaba los impuestos, los entregaba al gobierno central y, a la hora de recibir su parte, había retrasos. Para evitar el colapso, el Estado le adelantaba lo que era suyo, pero con intereses.

Y así, euro a euro, la deuda crecía como un castillo de naipes.

Paso 1: Te debo tu propio dinero.

Paso 2: Te lo adelanto, pero como préstamo.

Paso 3: Te cobro intereses.

Paso 4: Pasan los años y la deuda se multiplica.

El milagro financiero tenía una coherencia matemática implacable. Era el equivalente a que un banco te cobrara comisiones por entrar a sacar dinero de tu cuenta.

Pasaron los años, los gobiernos cambiaron de color, pero la música siguió sonando en la misma clave. En cada campaña electoral, las promesas de una financiación justa volvían, como un bucle de pesadilla. Y entonces, un día, alguien revisó las cuentas:

—Oye… que ahora la deuda es de 30.000 millones.

Silencio incómodo. Miradas de reojo en los despachos ministeriales.

—Pues nada —dijo uno de los asesores—, habrá que perdonarla otra vez.

—¿Y el sistema de financiación?

—No nos volvamos locos.

Y así fue. Se anunció otra condonación, otra victoria del diálogo y la negociación. La gente volvió a aplaudir o a indignarse según su inclinación política, y la rueda siguió girando.

Porque si algo habían aprendido todos, desde los gobiernos hasta los votantes, es que en política todo se puede volver a hacer.

Especialmente las deudas.

(*) Imagen creada con Inteligencia Artificial.  

«Ciudadanos, ¿quieren una revolución sin revolución?» (Camille Desmoulins, nacido el 2 de marzo de 1760 para hacer la Revolución francesa a su manera, tanto, que el jefe de la misma lo acabó pasando por la guillotina. No consta que quisiera “ampliar la base” revolucionaria)

Y no te voy a felicitar su cumpleaños porque hace como 42 años que dejaste de cumplir. Te quedaste en los 33. Sus canciones, por eso, aún las escuchamos... el que suscribe como mínimo.

Quan et miro

Cada matí, en aquell mateix banc del parc, la veia llegint, la pell daurada pel sol, el vent jugant amb els seus cabells. Ell s’asseia sempre a la mateixa distància, fingint indiferència mentre el cor li repicava a les costelles.

Un dia, un pardal aterrà entre ells dos. Ella va alçar la vista, somrient-li per primer cop. Ell, que havia imaginat aquell moment tantes vegades, només va poder somriure de tornada. El pardal va alçar el vol. Ella va tornar al seu llibre.

Ell sabia que, cada vegada que la veia, el món es feia una mica més perfecte.

I bonus track pels dilluns i els dies de pluja... i per tot els demes, també.

I l'últim bonus track perque sino no paro. I he de comprar el billet de tornada.


 

Bitllet sense tornada

La Karen es va comprar un bitllet d’anada i, a l’estació, ningú li va preguntar quan tornaria. Va somriure, perquè li agradava la sensació d’indefinició. Es va asseure al seu seient i va veure passar els camps i els pobles com si mai hagués estat lligada a cap lloc.

A la ciutat que la va rebre, els carrers eren nous, les mirades desconegudes, i la pluja li rentava les ombres. No va mirar enrere. Potser aquell bitllet no era cap fugida, sinó una forma de no pertànyer. Un dia qualsevol, potser, compraria un altre. O potser no.


 


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario