miércoles, 28 de mayo de 2025

MANUAL PARA LA EXTINCIÓN VOLUNTARIA DEL DOLOR

1. Instrucciones de uso

El dolor no se borra como se borra un archivo. No hay tecla de suprimir, ni nube que lo almacene en reciclaje. La extinción del dolor requiere intención, consentimiento informado y una dosis de cobardía suficiente para no mirar atrás.

El procedimiento comenzará al cerrar los ojos.

2. Paciente número 432-A

Se llama Elías. Pero pronto olvidará eso.

Ha venido solo. No es necesario que alguien lo acompañe, dicen los folletos. Nadie puede cruzar contigo el umbral del olvido. Aun así, la recepcionista lo mira con esa mezcla de lástima y aburrimiento que uno solo dedica a los que se rinden sin haber luchado del todo.

—¿Desea también eliminar los sueños residuales? —pregunta ella, sin levantar la vista del formulario.

Él asiente. No quiere recordar ni dormido. Ni siquiera la textura de su voz, ni el sabor a limón del último beso, ni el nombre de la calle donde la vio por última vez correr tras un autobús que no pensaba coger.

3. Protocolo de disolución emocional

El algoritmo hace su trabajo en silencio. Recompone los recuerdos en forma de imágenes flotantes, como pompas de jabón a punto de estallar. Elías observa, desde una cápsula de anestesia emocional, cómo se despliegan ante él momentos que juró no repetir jamás.

Una playa en diciembre. La risa en medio de una discusión. El tacto de una rodilla bajo la mesa, justo cuando pensaba que todo estaba perdido. Una mentira tan piadosa como innecesaria. Un mensaje que no debió enviar.

Uno a uno, los recuerdos comienzan a desaparecer. Primero, los rostros. Luego, los nombres. Después, las emociones.

Pero hay algo que no se va.

4. Error 7.21: Recuerdo persistente

—Es normal —dice el técnico mientras revisa el monitor con un bostezo—. A veces quedan residuos.

—¿Qué tipo de residuos?

—Huella emocional latente. Algo parecido a un perfume sin frasco. Sabes que estaba ahí, pero no puedes decir qué lo contenía.

Elías se queda en silencio. Siente una punzada en la lengua. Como si una palabra olvidada golpeara desde dentro, queriendo salir. Pero no hay palabra. Ni beso. Ni nombre.

Solo una sensación de que algo falta.
Algo que, curiosamente, le duele no recordar.

5. Epílogo en bucle

Una semana después, Elías vuelve a la cafetería donde nunca estuvieron. Pide un té que nunca pidió. Siente una nostalgia que no entiende, y se le eriza la piel sin razón.

Frente a él, una mujer de cabello naranja hojea un libro. Levanta la vista. Lo mira como si ya lo conociera.

Y sonríe.

—¿Nos conocemos?

Él no responde. Pero el corazón le late como si sí.

6. Nota final del fabricante

Toda eliminación de recuerdos es irreversible, excepto aquellas partes que no entienden de lógica. Lo emocional no habita en la corteza prefrontal, sino en un rincón sin nombre, justo al lado de lo que creemos que somos. Y eso, querido usuario, no hay algoritmo que lo borre.

Gracias por confiar en LACUNA©.

«El amor es un secreto que los ojos no pueden guardar» (Thomas Moore, nacido el 28 de mayo de 1779 para ser un romántico empedernido y fatalista como Byron de quién era amigo. Y es verdad, los secretos del alma se ven en los ojos)

Hubiese cumplido 87 años pero se quedó en 74 años sin que nadie le dijese que "Ella" había pasado por LACUNA.  


En silenci, encara

Ella va deixar el mocador a la cadira, l’alè a les cortines i una mica de melancolia entre els meus llibres. No va fer soroll. Només el just per fer-me saber que se n’anava.

Ara diuen que canta a altres places, que somriu com abans, que ha oblidat. Jo no. Jo la recordo mentre rento plats, quan sona el telèfon i no és ella, quan la pluja m’omple les sabates.

Però no és trist. És el pes suau de saber que un dia vaig ser algú que valia la pena oblidar.

 

 

 

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