lunes, 19 de mayo de 2025

EL DO DE PECHO NACIONAL


"Espanya no pierde, se queda con el premio de consolación del alma colectiva."

En la edición número cuarenta y muchas de Eurovisión, Espanya volvió a hacer historia. No porque ganara, claro, sino porque logró lo imposible: ser derrotada con más dignidad que el año anterior, lo cual, dados los antecedentes, ya era una proeza olímpica.

Este año, el candidato espanyol era un tal Kevin del Mar, influencer vegano de TikTok que había ganado el concurso de preselección gracias a un algoritmo que priorizaba el número de abdominales por minuto de exposición en pantalla. Su canción, "Ay, Europa, qué resaca", fusionaba reguetón con lamentos flamencos, electrónica balcánica y, según el propio Kevin, “un subtexto sobre la ansiedad poscolonial del siglo XXI”.

Subió al escenario vestido con una capa de banderas europeas recicladas y un peinado que desafiaba la gravedad y la física cuántica. Mientras los países nórdicos desplegaban auroras boreales coreografiadas con drones y Georgia presentaba una ópera con osos amaestrados, Espanya apostó por la autenticidad: dos palmas mal dadas, una proyección del Acueducto de Segovia con fuegos artificiales, y Kevin gritando “¡olé!” en cada cambio de acorde.

Los comentaristas europeos no supieron si estaban ante una parodia, un homenaje kitsch o una declaración de independencia cultural.

—Es arte conceptual —declaró el jefe de la delegación espanyola, bebiendo algo que parecía rebujito en una copa de cóctel de diseño escandinavo.

En las redes, el fenómeno fue inmediato. CringeEspanya, KevinNoEsPaísParaViejos y OléMyAnxiety fueron trending topic durante horas. Hasta Pedro Sánchez tuiteó “Bravo, Kevin. Siempre en el corazón de Europa. Aunque sea en el fondo”, seguido de un gif de la cabra de la Legión aplaudiendo.

En la votación, Espanya recibió 2 puntos. De Portugal, por compasión. El resto de Europa fingió que no la conocía, como quien se cruza con un ex en el metro y se pone las gafas de sol para esquivar el pasado.

Kevin, sin embargo, se mostró optimista.

—He conectado con el pueblo. El pueblo que tiene wifi, claro.

A su regreso, fue recibido como un héroe moderno. Le ofrecieron una sección fija en la televisión pública, un contrato para anunciar gafas de realidad aumentada y una entrevista en la revista cultural “Al Rojo Chillón”. La ministra de Cultura sugirió que su actuación representaba “una crítica postmoderna al canon eurocéntrico del pop estético performativo”.

La delegación espanyola, tras una reunión de seis horas, concluyó que lo importante no era ganar, sino participar... en el meme. Porque si algo define al espíritu nacional no es la victoria, sino el arte de perder con estilo.

O, como diría Kevin en su gira europea para menores de 25:

—Espanya es pasión, es emoción, y sobre todo... es puro espectáculo no intencionado.

Y así, una vez más, cantaron como nunca… e hicieron el ridículo como siempre. Pero con Wi-Fi.

«El fundamento último de la realidad no es el ser, sino la nada absoluta: un campo donde todas las contradicciones se resuelven» (Kitarō Nishida, nacido el 19 de mayo de 1867 para liarnos el pensamiento con frases como la que ilustra su onomástica. Pues la realidad, para no ser nada, es bien jodida)

Y que cumplas muchos más de los 80 de hoy junto a tus compañeros de grupo... porque sin ellos no te pagarían los royaltis cada vez que vemos algún episodio de CSI.


Qui ets, quan ningú et veu?

Va entrar al lavabo del bar a les tres del matí. Es va mirar al mirall amb ulls plens d'alcohol i secrets. La cara li sonava. Li parlava.

—Qui ets? —va murmurar la seva pròpia imatge.

Una veu dins seu —massa clara per ser imaginada— li va respondre:

—Soc el que dissimules quan rius, el que calles quan estimes.

Va sortir del lavabo com si hagués deixat algú enrere. A la barra, el cambrer li va dir:

—Una altra cervesa, Pau?

I ell, per primer cop, va respondre:

—No em dic Pau.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario