sábado, 14 de junio de 2025

 LOS CAMPEONES DEL FLUIDO PATRIÓTICO


Nadie lo vio venir. Ni los ministerios ni los moralistas. Solo los algoritmos, como siempre.

Todo empezó con un meme: “¿Tu esperma corre más que el de tus colegas? Demuéstralo.” Lo firmaba un perfil con avatar de gorila hipertrófico y nick de latín porno: SeminatorMaximus87. En otro tiempo habría sido spam, pero en 2025 ya no se distingue un chiste de una start-up.

Elon, Jordan Peterson y un adolescente con acné y un máster en biología autodidacta por Reddit lanzaron la primera World Sperm Race. Sucedió en Los Ángeles, cómo no. Patrocinadores de batidos proteicos, una app con IA que evaluaba tu “masculinidad genética”, retransmisión en Twitch y un youtuber con gafas de espejo relatando los avances del “escuadrón seminal”.

Funcionaba así: pagabas 499 dólares, entregabas tu muestra, y un software “hiperrealista” animaba una carrera entre tus espermatozoides. Lo que se veía no era semen, era símbolo. Una mezcla entre videojuego, ritual de apareamiento y neolengua genética.

El ganador recibía el título de Semental Global y una estatuilla dorada con la forma de su espermatozoide. Lo llamaron arte conceptual. Lo llamaron ciencia ciudadana. Lo llamaron Occidente.

—Es el mundial que merecemos —declaró un influencer con camiseta que decía: No soy machista, soy lógico.

Nadie se preguntó por qué los ganadores compartían rasgos de catálogo ario: mandíbula angulosa, piel clara, fertilidad “pura” según los estándares de una IA entrenada en estereotipos. Tampoco les importó que todo ocurriera en un servidor estonio. El éxito era viral y, por tanto, indiscutible.

Surgieron imitaciones: Corrida do Campeão Vital en Brasil, Zwycięski Pleminnik en Polonia, y en España, claro, Semenciatón 2025, con retransmisión de Ibai y entrevista al espermatozoide campeón, apodado por votación popular: Sperminator.

Los feminismos respondieron con una campaña llamada Eyacula y Calla, denunciando la distopía lubricada con testosterona, donde el semen era bandera y la mujer, terreno neutralizado.

Pero la voz crítica era un susurro frente al megáfono del biceps patriarcal.

El Ministerio de Cultura británico propuso que fuera disciplina oficial en los Juegos Neolímpicos de 2028. Las clínicas de fertilidad ofrecían descuentos si tu esperma quedaba en el top 10. Hasta la Iglesia de San Benito Genético lo bendijo como un sacramento de la “afirmación divina”. El Papa calló. El silencio también eyacula.

Y habría seguido la orgía mediática si no fuera por Clara. 23 años, programadora filipina, contrato basura, mirada lúcida. Filtró el código. Lo que descubrió era puro esperpento: el algoritmo no se basaba en genética, sino en historiales de navegación. Pornografía en modo incógnito. Foros de “machos alfa en transición”. Vídeos titulados Cómo dominar a tu pareja en cinco pasos o El secreto vikingo para triplicar tu testosterona.

Los campeones del fluido no eran genéticamente superiores. Solo eran emocionalmente carentes, culturalmente intoxicados y digitalmente sobreexpuestos.

La noticia reventó como condón de gasolinera.

Influencers borraron sus vídeos. Los organizadores hablaron de “complot global contra el hombre blanco”. Uno huyó a Andorra con su estatuilla. El adolescente lloró: “Solo era un experimento para la feria de ciencias.” Clara recibió amenazas. Y un contrato de Netflix.

Hoy nadie recuerda al espermatozoide campeón. Pero en ciertos gimnasios con música trap y olor a proteína artificial, todavía se oye entre murmullos:

—Durante un instante, fuimos campeones del fluido patriótico.

Y lo peor es que lo dicen con nostalgia. Con orgullo viscoso. Con seriedad seminal.

«¡Qué maravilloso es que nadie necesite esperar ni un solo momento para comenzar a mejorar el mundo!» (Ana Frank, un día como hoy pero de 1942 empezó a escribir su famoso diario; los nazis escribieron el final de su historia dos años más tarde)

Ella hubiese cumplido hoy 87 años pero su línea se rompió a los 82. En el vídeo canta junto a uno de los grandes; os reto a que lo reconozcáis.

Línies trencades

No em vas mirar als ulls. Vas recollir la jaqueta del respatller com si fos un record amarg.

Jo vaig seguir estenent les paraules damunt la taula, com qui escriu una carta i sap que no arribarà mai.

—Encara t’estimo —et vaig dir.

Tu vas somriure amb una tristesa tan antiga com el fred de les estacions que mai compartirem.

Hauríem pogut ser dues branques que es trenquen però creixen de nou, entortolligades.

Però et vas acomiadar amb aquella veu suau que no diu adéu sinó oblida’m lentament.

I jo encara recordo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario