LICENCIAD@S POR TIKTOK
La mesa era larga, pero la conversación, corta. El vino hacía su trabajo de soltar lenguas y aturdir neuronas, cuando Marc, el primo ingeniero reconvertido en coach de rendimiento, soltó:
—No sé si lo habéis visto, pero hay un TikTok que te explica la mecánica cuántica en 45 segundos. Brutal. O sea, ahora lo entiendo todo. ¡Todo! El gato, las partículas, las superposiciones… Mira, si lo piensas bien, es sentido común.
Silencio.
Solo se oyó el tintinear del tenedor de Clara contra la ensalada de quinoa. Toni, su pareja, le dio una patadita bajo la mesa. No por lo del TikTok. Por lo de “es sentido común”. Porque justo enfrente, como una estatua de sal marina y hastío, estaba Pere, el hermano de Clara. Físico nuclear. Doctorado. Tres postdocs. Candidato a un puesto en el CERN. Y con un panecillo medio partido entre las manos como única defensa contra la estupidez humana.
Marc no se inmutó. Continuó, como un influencer del vacío:
—¿Sabéis lo de los universos paralelos? Pues según el vídeo, cada decisión que tomamos genera un universo. Flipad. O sea, si ahora bebo vino, ¡pum!, un universo. Si no lo hago, otro. Y estamos todos a la vez. Aquí. En otro sitio. En todos.
—Entonces hay un universo donde no dices tonterías —murmuró alguien desde el extremo opuesto. No se supo quién. El vino disolvía las identidades.
Pere sonrió. O más bien se le curvó el labio. Apenas. Pero nadie lo vio. Excepto Clara, que conocía esa mueca desde que jugaban a adivinar palabras con plastilina. Era su sonrisa de “me rindo”.
—Y el gato —continuó Marc, ahora lanzado—. ¡Ese gato no está ni vivo ni muerto! ¿No es fuerte eso? O sea, lo del veneno y la caja. Pero al final, ¿qué dice la física cuántica? Pues que todo depende de quién lo mire. Como en la vida. Es pura filosofía.
Pere dejó el pan en el plato con una calma quirúrgica.
—¿Sabes qué es más fuerte? —dijo, sin levantar la voz—. Que la gente confunda una metáfora con una afirmación literal. Schrödinger inventó el gato para burlarse de esa idea. No para que hicieras camisetas con él.
Marc parpadeó. Dos veces. Luego rio. Alto, hueco.
—Bueno, bueno, tío, no te lo tomes tan a pecho. ¡Era solo un TikTok!
—Exacto —replicó Pere, sirviéndose más vino—. Solo un TikTok. Como la penicilina casera, los consejos de inversión y las guías para encontrar el amor en cinco pasos. Todos expertos. Todos gurús.
La mesa calló un segundo. El suficiente para que alguien rompiera la tensión con un brindis improvisado.
—¡Por los universos paralelos! —dijo Clara, levantando la copa.
Pere la alzó también, mirando a Marc.
—Y por el que no te tengo de cuñado.
Brindaron. Rieron. Y comieron helado de limón mientras, en algún universo alternativo, Pere se levantaba, explicaba la función de onda, recitaba ecuaciones, y Marc asentía con humildad y respeto.
Pero no en este. Aquí, el gato seguía en su caja, y el cuñado también.
«La sordera no es silencio, es otro modo de escuchar» (Olga Hahn-Neurath, nacida el 20 de julio de 1882. No lo tuvo nada fàcil: Mujer y discapacitada desde su nacimiento –era sorda- no le impidió ser filósofa, activista y matemàtica. Y es que no hay peor sord@ que el que no quiere oír)
Y que cumplas muchos más de los 82 de hoy para que no dejes de cantar nunca en esas noches de blanco satén.
Nits sense data
Nits en blanc, com cartes que mai no arriben.
Ell s’asseia al llit, vestit només de records i d’una bata massa gran per al seu cos envellit.
Ella, al marc de la foto, continuava jove. Li somreia amb aquella paciència que només tenen les dones que s’han acomiadat mil vegades sense marxar del tot.
Cada vespre li escrivia. Li contava el dia: el pa dur, la veïna nova, la flor del gerani. I afegia sempre: “avui tampoc he oblidat el teu nom”.
Després, cremava la carta. I tornava al llit, per seguir estimant-la en somnis.
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