ACTUALIZANDO EL VACÍO

La mujer está de pie en el andén, apoyada contra la columna fría. La pantalla del móvil ilumina su cara como un faro triste en medio de la nada.
Hace scroll con el pulgar derecho, en un movimiento tan automático como respirar. Noticias que no lee, vidas perfectas que no envidia, memes que no la hacen reír. Todo pasa rápido, como si temiera que algo se quede pegado demasiado rato en la retina.
A su alrededor, el resto del mundo bosteza: un señor con un maletín lleno de derrotas, un adolescente con cascos gigantes que lo protegen del ruido y de la gente, una pareja que se mira sin verse.
Ella sigue. Foto de brunch con aguacate, reels de abdominales imposibles, consejos para “ser tu mejor versión” escritos por alguien que probablemente llora en el baño. Likes, corazoncitos, comentarios que dicen “guapísima” con el mismo entusiasmo con el que se da los buenos días al vecino.
El metro tarda. Más scroll. Más vacío. Su dedo resbala por la pantalla como un caracol sobre vidrio mojado.
Se detiene un segundo en la foto de una amiga en la playa. Zoom in. Los granos de arena parecen más reales que sus propias manos. Se pregunta si la felicidad cabe en un frame cuadrado, si la vida tiene sentido cuando solo existe en stories que desaparecen en 24 horas.
Suspira. Vuelve a deslizar. La vida sigue ahí, girando, mientras ella busca algo que no sabe nombrar. Quizá una excusa para no pensar. Quizá un espejo que no devuelva nada.
El metro llega. Guarda el móvil en el bolso con un gesto mecánico. Entra al vagón. Se sienta. Lo saca de nuevo.
Y otra vez: scroll.
«La Verdad es una y eterna, pero las formas a través de las cuales se expresa son innumerables» (Subba Row dijo esa frase entre el 6 de julio de 1856 y el 24 de junio de 1890 es decir, tuvo poco tiempo para expresarla aunque el lío monumental que dejó con la frasecita fue importante: todo el mundo quiere tener razón)
Hoy hace cinco años que se fue a componer sus canciones a la habitación de al lado. No era el bueno, no era el feo, no era el malo; era quién de cada pieza musical suya hacían una película.
Bandida harmonia
Ell s’afanya a robar-me el cor just quan el vent xiula la melodia d’un duel etern. Jo, amb la mirada polsegosa, dubto: som el bo, el lleig o el dolent?
L’harmònica esclata com un crit mal dissimulat i em travessa la pell. Ell somriu, jo respiro pols i pólvora.
La música s’enfila per les costelles, em recorda que aquí ningú és sant.
Al final, tots acabem fent trampes amb el destí, esperant que el tret no ens trobi mai.
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