ASIGNATURA PENDIENTE

A Noelia la pillaron con la matrícula abierta y la dignidad en trámite. Había jurado y perjurado que solo le quedaba el TFG, como si la verdad fuera una asignatura optativa que uno puede convalidar con buena presencia y fotogenia parlamentaria.
—Estoy a punto de acabar —decía—, como si la universidad fuera un yogur y el plazo de consumo, perpetuo.
Durante meses, entraba al Congreso como quien entra en una biblioteca sin libros: con respeto impostado y miedo a que le pidieran una cita de Kant. A veces se sentaba al fondo, en su escaño, y copiaba intervenciones como quien copia apuntes de una carrera que nunca fue. Incluso llegó a imprimir el temario de Derecho Constitucional en folios satinados, por si colaba en alguna foto de Instagram.
Pero un lunes, el rumor se convirtió en noticia, y la noticia en confesión. "No he terminado la carrera", dijo, y el Congreso enmudeció. No por sorpresa, sino por pudor ajeno. Un ministro le susurró: "Te has graduado en sincericidio político."
Ese mismo día presentó su dimisión. No fue un acto de valentía, sino de supervivencia. En su carta, escrita con una caligrafía envidiable —gracias al módulo de caligrafía del segundo de bachillerato—, pidió disculpas "a quienes habían confiado en su trayectoria académica". Es decir, a su madre y a dos compañeros de lista que ahora soñaban con su escaño como quien desea el Erasmus en Bruselas.
En el grupo parlamentario nadie la juzgó. Al contrario. Uno de sus compañeros le dijo:
—No te preocupes, Noe. Aquí la mayoría tampoco terminó lo que empezó: ni las carreras, ni las leyes, ni las promesas.
Y le guiñó un ojo como quien aprueba una mentira en segunda convocatoria.
Esa noche, Noelia volvió a casa con la misma mochila con la que había empezado la universidad. Dentro, llevaba lo justo: un eslogan arrugado, un pin del partido y una carpeta con el título “Proyecto de fin de grado” escrita en rotulador rosa.
Se preparó un colacao y encendió el ordenador. En la pantalla, parpadeaba el aula virtual con un mensaje:
“¿Desea continuar con sus estudios?”
Suspiró. Cerró la tapa. Y por primera vez en años, no respondió.
«No hay mayor miseria que la ignorancia impuesta por decreto» (Juan Antonio Mateos, nacido el 24 de julio de 1831 para ser muchas cosas en su vida, todas acreditadas. Hoy día cualquiera falsifica su trayectoria personal y profesional con total desvergüenza… y no pasa nada)
Y que cumplas muchos más de los 41 de hoy y puedas comerte los macarrones tranquilamente con tu abuela.
Focus d’urgència
Els focus de colors ballaven sobre seu, com si fossin els únics que l’estimaven. Al darrere, la pantalla projectava somriures editats, veus enllaunades i coreografies massa perfectes. Ella movia els braços com li havien ensenyat, però dins només hi havia una nena que havia volgut cantar amb la ràdio, no amb el món sencer.
Quan van sonar els primers acords de Super Trouper, va fer veure que tot era llum i festa. Però per dins, només volia baixar de l’escenari, treure’s les plataformes i menjar macarrons amb la seva àvia.
Ningú ho va notar. Van aplaudir més fort.
No hay comentarios:
Publicar un comentario