LA VÍSPERA DE LOS ESCLAVOS
Durante años llamé nervios a lo que era pánico. Le puse un disfraz amable al hormigueo del estómago de la víspera, como si fuera energía de vuelta, entusiasmo de manual. Mentí. Era miedo, y lo sigue siendo. Miedo de meter la llave en la ranura y que el torno me muerda otra vez la cintura. Miedo de encontrar mi silla donde la dejé, obediente como un perro viejo, esperando que vuelva a decirle siéntate y muerde.
Miedo a reconocer en el espejo del ascensor la cara del tipo que fui: eficaz, disponible, cordial en automático. Miedo a que me duelan la mandíbula y los párpados antes del correo de las 9:02. Miedo a que alguien con sonrisa de PowerPoint adivine la desgana en mis hombros y la traduzca como falta de compromiso. Y ya sabemos lo que hacen con las palabras cuando las firma un cargo: las convierten en sentencia.
Miedo al desgaste que no suena pero talla; a esa lima que adelgaza el ánimo hasta dejarlo translúcido. Miedo a las batallas por silla, por alfombra, por cuatro metros de ventana: guerras con corbata que se ganan en pasillos, con saludos medidos y risas de protocolo. Miedo a la traición en los despachos altos, donde el aire no huele a tóner sino a pacto. Miedo, también, a la soledad que empieza en el auricular colgado y sigue en el silencio con que cierras la puerta del lavabo.
Miedo a no llegar, a no saber, a no poder sostener la agenda como si fuera una bandeja de copas llenas. Miedo a que el estatus sea una torre de vasos de plástico: basta un dedo para que colapse, y el dedo nunca es el propio. Miedo a que la rutina me coma con los mismos cubiertos de siempre, y yo, por cansancio, le deje la servilleta puesta.
He probado trucos. He cambiado de ruta al metro, he contado luces de fluorescente, he imaginado que el edificio es un decorado y que todos actuamos. Funciona un rato, como el agua fría en la nuca. Después vuelve la pregunta: ¿y si el miedo no es al trabajo sino a la versión de mí que acepta sin protestar? ¿Y si la apatía es una coraza que me puse para no escuchar el crujido?
A veces fantaseo con mandar todo a paseo y estudiar el arte de los oficios lentos: arreglar bicicletas, curar plantas ajenas, aprender los nombres de los tornillos. No por romanticismo, sino por recuperar el pulso. Lo pienso justo antes de fichar, cuando la tarjeta rosa roza el lector y el pitido me llama por mi número de empleado.
Entonces respiro. Camino hasta la mesa como si entrara en casa de un desconocido. Abro el portátil. El teclado me recibe con la misma frialdad de siempre; sin embargo, noto el corazón obstinado, un tambor que todavía protesta. Y ahí me agarra la lucidez incómoda: la cadena no está en la muñeca, está en la costumbre. Y la costumbre, a veces, soy yo.
Mañana volveré, sí. Entrará el sol por la ventana opaca, olerá a café de máquina (ese líquido valiente), sonará el clic de los tacones en el pasillo. Haré mi parte con la dignidad posible. Pero he decidido ponerle nombre a esta mordedura. No se llama nervios. Se llama miedo. Y saberlo no me libera, pero me despierta. Que ya es un comienzo.
«“Por tu propio bien” es un argumento tan persuasivo que acaba logrando que un hombre acepte su propia destrucción.» (Alguna vez en la vida le dijeron a Janet Frame autora de la frase, que era por su propio bien. Así que la matizó y extrajo una conclusión correcta. Líbrenos quién sea de quién quiere nuestro bien. Por cierto, Janet Frame nació el 28 de agosto de 1924)
Hoy el baterista del grupo cumple 77 años. Muchos recuerdos en las canciones del grupo. Ahí dejo una pequeña muestra que pega muy bien con el tema del relato/reflexión de hoy.
Y aquí la original, de hace 55 años. Vosotr@s mism@s.
Minuts que freguen les quatre
A l’habitació hi ballen ombres de neó. El rellotge digital parpelleja, tossut: 3:34, 3:35; jo escric com qui busca una clau sota la pluja. La ciutat respira per la finestra, trompetes de semàfor, guitarres de radiador. Em pregunto si el vers arribarà abans que la son o que l’alba m’expulsi. Tallo paraules com si fossin cordes i, de cop, una línia s’encén: “truca’m quan faltin minuts per a les quatre”. Somric. No hi ha musa: hi ha resistència i aigua freda.
Y el bonus track. Pondría más pero me los reservo para la siguiente efeméride.
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