EL BUEN MUERTO
En vida, me dijeron de todo menos “buena persona”.
Un jefe me llamó insolente, un vecino me acusó de robarle el sol con mi tendedero, y mi cuñada… bueno, su repertorio cabía en un diccionario de agravios.
El día de mi entierro, sin
embargo, aquello parecía un festival de la hipocresía.
La misma cuñada, llorosa, decía que yo “tenía un corazón de oro”. El vecino
aseguraba que siempre le había caído bien. Y mi jefe… ¡mi jefe!… dedicó unas
palabras en las que me llamaba “el alma de la oficina”.
No escuché nada de todo eso en vida, claro. Pero si la eternidad es esto —un palco invisible desde el que ves a todos inventarse un santo con tu nombre—, entonces que no me despierten.
Porque, al final, resulta que sí: era una gran persona. Solo había que esperar a morirme para que se enteraran.
«Solo por hoy: no te enojes; solo por hoy: no te preocupes; hoy agradece tus muchas bendiciones; hoy trabaja con honradez; hoy sé amable con todos los seres vivientes.» (Mikao Usui, nacido el 15 de agosto de 1865 para inventar el “reiki” –algo así como una imposición de manos- que te permitirá ser como se describe en la frase. Es decir: imposible como no impongas algo más que las manos)
Y que cumplas muchos más de los 56 de hoy cosa que conseguirás si no conduces como en el vídeo.
Escena a mida
No era la festa, ni la música, ni tan sols les copes.
Era la cadència lenta amb què ell recolzava l’esquena a la paret, com si el món estigués obligat a girar al seu ritme.
El fum de les cigarretes dibuixava espirals sobre el seu cap, i la llum vermellosa li posava ombres a la mandíbula, com una pel·lícula que només jo veia.
Va alçar els ulls i em va mirar —sense pressa, sense promeses— i vaig entendre que aquell instant, tan fràgil i egoista, era exactament el meu tipus d’escena.
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