INSTRUCCIONES PARA DOMAR LO INDOMABLE

Me repetí mil veces que no debía hacerlo, pero la noche traía sus propias leyes. La encontré empapada bajo la marquesina, temblando como un animal recién parido. Tenía la rabia escondida detrás de los párpados. Le ofrecí té, toalla y techo. Se quedó.
Antes fueron otras: una que llegaba arañada de fiesta en fiesta; otra que hablaba con la voz rota de quien ha cantado demasiado cerca del fuego. Todas salvajes. Todas heridas. A todas las quise curar.
Y siempre lo mismo: comen mi pan, duermen en mi lado de la cama, ronronean con un miedo manso. Hasta que un día se despiertan con los colmillos afilados, la piel reluciente y los ojos puestos en la puerta.
Nunca me devuelven la mirada al irse. Solo dejan huellas: una camisa que huele a selva, una taza mordida, un aullido en el pasillo.
No hay que enamorarse de lo que vino huyendo. Porque cuando sana, no se queda. Solo usa tus manos como puente hacia el monte. Y tú, idiota, te quedas mirando la puerta abierta. Esperando otra tormenta. Otro relámpago. Otra pantera.
«Toda moral impuesta desde fuera mata el alma; la verdadera moral nace de la expansión de la vida.» (Tiene más razón que un santo –aunque fuera un filósofo anarquista y su vida se expandiera solo 34 años- Jean-Marie Guyau, nacido el 28 de octubre de 1854)
Hoy hubiese cumplido 98 años pero se quedó en 97 y 9 meses, que tampoco está mal. Seguro que se llevó el recuerdo de cuando le dieron los últimos aplausos.
L’últim aplaudiment
El camerino feia olor de
maquillatge ranci i records gastats.
Ella es mirava al mirall com si busqués una versió seva que ja no hi era.
—Aquesta nit sortiran els pallassos —va murmurar, i es va pintar el somriure amb pols d’oblit.
A fora, el públic respirava
lentament, com si tingués por de trencar el silenci.
El teló es va obrir i els focus li van acariciar les arrugues com si fossin
cicatrius.
Cada rialla fingida era un crit disfressat.
Quan va acabar el número, ningú no va riure.
Només una llàgrima blanca li va caure per la galta.
Va fer una reverència i, amb veu d’espantall, va dir:
—Gràcies per venir a veure’m fer veure que encara sé viure.
 
La moral no debe ser una camisa de fuerza" gracias!
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