LO QUE DIGO CON LAS MANOS
—¿Vas a decirme algo hoy? —preguntaste en la puerta.
—Sí —respondí, y me hice a un lado—. Pasa.
Te esperaban dos tazas y una toalla en la silla. El vapor subía como si tuviera prisa; yo no. Había pelado una naranja. La luz del balcón se quedaba a medias, como nosotros.
—Últimamente callas mucho —dijiste.
—A mi edad me he ganado un derecho —te sonreí—: no decir lo que pienso. No para enfadarme con nadie, sino para que me quieran. Tú, si puede ser.
Te sentaste. La radio conversaba con los vecinos; yo contigo.
—¿Y qué haces con lo que piensas?
—Lo paso a las manos —dije, y te ofrecí un gajo—. Míralas trabajar.
Te acomodé el pelo detrás de la oreja. Luego el cuello, que pide tregua. La camisa, que entiende el idioma del botón. Yo, que antes discutía por deporte, ahora aprendí el placer de las instrucciones suaves.
—¿Esto es amor o diplomacia? —sonreíste con media boca.
—Esto es paz —contesté—. Y también hambre. De ti.
Dejaste los dedos en mi muñeca como quien firma un alto el fuego.
—Entonces dime lo imprescindible.
—Lo imprescindible no habla —apoyé mi frente en la tuya—. Lo imprescindible llega entero.
Entre los dos, la naranja se rindió. La toalla se volvió manta. Las tazas hicieron ruido de acuerdo. Afuera, alguien regaba plantas; adentro, la sed tenía nombre propio.
—¿Y mañana? —preguntaste ya con sueño.
—Mañana pondré agua a calentar. Y te dejaré mi sitio caliente en el sofá
—dije—. Si necesitas palabras, te recitaré la lista de la compra: pan, fruta,
tú.
—No digas más —pediste.
—No hace falta —te cubrí con la toalla—. Ya lo he dicho todo.
«Tocar está en todas partes: es el sentido más antiguo y el más urgente» (Y fijaros que soy de la misma opinión que Diane Ackerman que hoy cumple 77 años sin ninguna urgencia pendiente)
A mi meterme en una bañera vestido no me gusta: lo considero poco aseado. Pero si cumples 38 años y lo haces con estilo como la mujer del vídeo, la cosa cambia mucho.
Electricitat domèstica
La tarda sagna taronja i em poso el teu jersei com un escut. Hi ha alguna cosa a l’aire: un zumb sospès entre la persiana i la pell. Camino descalç, comptant els cruixits del parquet com si fossin sí o no. Em prometo no trucar-te; l’univers fa cara de mentider. A la cuina, el bullidor xiula, i la meva calma també. Obro el balcó i deixo que m’entri a casa el futur: una correnteta breu, una ordre muda. Si torno, que sigui elèctric.
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