PARA DOLORES… Y PLACERES PREVISIBLES

A las 18:40 la vergüenza hace cola entre los chicles de menta. Yo también. Huele a eucalipto, a colonia barata y a promesas en blister.
—Buenas —dice la farmacéutica, vitamina C con bata—. ¿Qué necesita?
Saco mi lista de cosas serias: ibuprofeno, tiras para la glucosa… y las otras dos, las que me ponen quince años más joven y dos prejuicios más viejo. Doblo el papel como si el doblez me quitara arrugas.
—Para la piel… y para prevenir —digo, ese clásico.
Entra ella, chaqueta roja, pelo blanco sin pedir permiso. Trae paso de lluvia que no se disculpa. Me mira como si me hubiera pillado comprando felicidad a plazos.
—Yo vengo por tiritas —dice, cómplice—. Por si el amor vuelve a rozar.
La farmacéutica sonríe sin dientes, que es la sonrisa profesional: no juzga, factura. Señala el estante del lubricante. Brilla como una confesión envuelta en plástico.
—¿Con perfume o sin? —pregunta.
—Sin —respondo—. Quiero reconocer lo que huela a nosotros.
Ella carraspea, divertida.
—Y el de 54, por si los milagros son exactos.
Ríen las tres arrugas de mi frente. Yo también. La risa tiene una edad estupenda: la de ahora. Pago con manos que tiemblan menos que mis ideas. En la bolsa tintinean objetos que suenan a llaves: abrir puertas, cerrar culpas.
—Lea el prospecto —dice la bata—. Puede causar taquicardia, mareo, euforia… depende de la compañía.
Salimos. Fuera, el sol ya no calienta, pero acompaña como ese amigo que no pregunta. Caminamos pegados, dos entradas en el mismo billete.
—¿Cenamos? —me atrevo—. Tengo pan para mojar… aceite del bueno.
—Y manos —responde—. El mejor antiinflamatorio.
Hay recetas que no caducan: se activan a las 18:40, frente a un mostrador, cuando alguien te guiña el futuro.
La mía no lleva fecha. Lleva su risa. Y, si todo va bien, efectos secundarios.
«Para enfrentar un problema, lo primero es comprender su naturaleza, su esencia.» (No sé a cuantos problemas se habrá enfrentado Carlos Pérez Soto en los 71 años que hoy cumple, pero le deseo que se enfrente a muchos más… de buen rollo por supuesto)
La luz se queda a dormir cada noche. Tú la has visto cada día durante 53 años seguidos que espero, sean muchos más.
Quan la llum es queda a dormir
Quan apago el llum, la ciutat respira com un gat damunt del meu pit. Les persianes filtren un brunzit de mel i asfalt. Tanco els ulls i et veig: camines descalça pel passadís d’aigua que separa el que som del que prometíem. No dic res; xuclo l’aire que ha tocat la teva clau i té gust de metall i diumenge. La lluna es gira de costat, fa veure que no mira. Si estenc la mà, t’atrapo? Deixo els dits quiets: alguna cosa belluga dins, com una bombeta que encara vol.
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