martes, 18 de noviembre de 2025

LA TENTACIÓN DOMÉSTICA


—¡Está bien! —cedió Eva, después de dos horas frente al frigorífico—. Tráelo.

La serpiente, enroscada sobre la encimera, deslizó la lengua satisfecha y se arrastró hasta el frutero. Eligió la manzana más brillante.

—¿Así? —gruñó Eva, con gesto de asco—. ¡Ni siquiera la has lavado!

La serpiente bufó, se deslizó hasta el fregadero, abrió el grifo y volvió con la fruta reluciente.

—Ahora sí… aunque prefiero sin piel —añadió ella, hojeando una revista de dietas.

La serpiente, con los colmillos, empezó a pelarla con torpeza.

—Perfecto —dijo Eva—, pero córtala en trozos. No quiero morderla entera, me mancho el pintalabios.

Con un siseo exasperado, la serpiente obedeció. Cuando por fin le ofreció los trozos, Eva suspiró:

—Ah… y sin semillas, por favor.

La serpiente lanzó el cuchillo al suelo.

—¿Sssabes qué, mujer? No te comas nada. Si esto es el paraíso, prefiero volver al infierno.

El microondas parpadeó, sonó un trueno y la tostadora saltó. Fue el primer castigo divino eléctrico de la historia.

«La prueba de una persona civilizada es, primero, la conciencia de sí misma y, después, capas y capas de sinceridad al mirarse de frente.» (Después de leer la frase de Clarence Day, nacido el 18 de noviembre de 1874, me pregunto -y yo mismo me respondo- cuántas personas civilizadas habitan en el mundo)

Era como el capitán araña decía  "vamos" y siempre se quedaba; hasta los 75 años que se fue y ya no volvió.

Nit amunt

Al radiocasset del cotxe sona “Let's Go, Let's Go, Let's Go” i tu rius, perquè fa segles que ningú diu radiocasset ni balla twist.

—Tirem? —preguntes.

Ja hem passat dels seixanta, portem genolls cruixits i fills preocupats, però enfilem la carretera cap al Tibidabo com si encara fóssim fugitius d’un examen de mates.

Les llums de la ciutat queden avall, petites com excuses.

—On anem? —dius.

No ho sé. Només sé que, si ens aturem, tornarem a fer veure que la vida ja està decidida.


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