... del yo disfrazado de nosotros.
Y se harta del huracán de los susurros que ceden a la ligereza
de la brisa.
Y se hastía de los te quiero comprometidos en la borrachera
del orgasmo.
Y se aburre de escribir capítulos
en historias que se repiten.
Y se llega a saciar de la decepción que supone el llenar su vacío de mas vacío.
Y se fatiga de caer y
volver a levantarse en atajos que no llevan a ninguna parte.
Y se satura de romperse
en mil pedazos para recomponerse con unas piezas que nunca más volverán a encajar.
Y se rinde ante la evidencia de las palabras huecas.
Y de acabar una realidad para volver a empezar otra quimera.
Y se asquea de perseguir una mentira cargada de reproches de ida y vuelta.
Y uno se agota de sostener
la esperanza propia y ajena.
Por eso es necesario pararse en el camino, tomar aire, coger
la brújula y esperar a que marque de
nuevo la dirección de mi vida.