viernes, 22 de marzo de 2024

FALTA DE EMPATÍA

El sol se ponía, lanzando sombras largas sobre la ciudad. En las calles, la gente pasaba, cada uno en su mundo, sus problemas, sus vidas. En los quioscos, las revistas mostraban a la aristócrata, su rostro pálido, sus ojos que hablaban de una enfermedad que todos conocían pero pocos entendían.

Juan cerró la revista con un suspiro. No era indiferencia lo que sentía, sino una especie de resignación. La enfermedad era un ladrón en la noche, robando a ricos y pobres por igual, pero solo los ricos tenían faroles para buscarlo.

En el hospital, las camas estaban llenas, los médicos corrían de un lado a otro. No había cámaras, no había periodistas, solo el constante zumbido de la lucha contra la muerte. Juan miró a su alrededor, a las caras cansadas, y supo que cada una tenía una historia que merecía ser contada.

Pero esas historias no se encontrarían en las revistas brillantes ni en las pantallas de televisión. Estaban aquí, en el silencio entre los latidos del corazón, en la respiración entrecortada, en las manos que se aferraban a la vida.

La noche cayó, y con ella, un silencio. En algún lugar, una campana sonó, marcando el final de otro día. Juan caminó a casa, las palabras de su reflexión resonando en su mente. La empatía no debería ser un lujo, pensó, sino un derecho, tan común y necesario como el aire que respiramos.

“La integridad es hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando” (Louis L'Amour, nacido el 22 de marzo de 1908 entre novela del oeste y novela del oeste escribía estas frases cuando nadie lo miraba)

Hoy hace 30 años que se fue a la habitación de al lado con 43 años y acompañado de una enfermedad bastante conocida en aquellos años.

Puc somiar amb tu

El sol es colava per les escletxes de les persianes, dibuixant ratlles daurades en el cobertor. Ella es depertà, amb un somriure tímid en els llavis. Anit, en la festa, els seus ulls s'havien trobat amb els d'ell. Un enamorament sobtat fugaç, un instant màgic que ara ressonava en la seva memòria.

Es va aixecar del llit i es va dirigir a la finestra. La ciutat encara dormia, però en el seu cor ja havia començat un nou dia. Un dia en què podia somiar amb ell, amb la seva mirada intensa i el seu somriure entremaliat. Un dia en què l'esperança es tenyia de melodies i possibilitats.

Perquè, encara que tal vegada mai més ho tornava a veure, ella podia somiar amb ell. I en els seus somnis, tot era possible.

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